vive sin obesidad

Hipertensión y obesidad

La hipertensión consiste en la elevación de la presión de la sangre en el torrente circulatorio en las arterias. No existe diferencia entre hombres y mujeres, el número de afectados es similar.

Un tercio de la población adulta española sufre hipertensión. Es una patología silenciosa, sin manifestaciones tangibles, pero que castiga a todo el sistema circulatorio y los órganos principales de nuestro organismo. El cerebro, el corazón, el riñón y todas las arterias son las que sufren las consecuencias de que esta patología pase desapercibida, por lo que a partir de los 40 ó 50 años es importante controlar la tensión al menos una vez al año.

La cifra de hipertensos en España está estabilizada en estos momentos. La capacidad para el diagnóstico ha mejorado porque nuestros controles de salud han aumentado, pero ese tercio de población adulta que lo sufre aumenta hasta los dos tercios cuando pasamos la franja de los 65 años de edad.

La hipertensión es, a menudo, una consecuencia de la obesidad. Junto a la diabetes y otras alteraciones (triglicéridos y colesterol alto, sobre todo) forma el llamado síndrome metabólico, conjunto de dolencias asociadas con el exceso de peso. De hecho, la frecuencia de aparición de hipertensión arterial entre las personas obesas es entre 2-3 veces mayor que entre las que se encuentren dentro de su peso ideal. A su vez, entre los hipertensos la frecuencia de obesos es mucho mayor.

Se ha demostrado que cerca del 80 por ciento de la hipertensión común es causada por un exceso de grasa corporal, siendo la responsable la leptina, también llamada hormona del apetito o de la saciedad, que relaciona ambas patologías.  La hormona leptina, que es secretada por las células de grasa, se eleva significativamente después del aumento de peso y la obesidad, actuando en el cerebro para incrementar la presión arterial, según han descubierto un equipo de investigadores de la Universidad de Monash en Australia. En el fondo, esto es tanto como decir que la grasa produce la hipertensión, ya que la leptina es una hormona que se genera a partir de esta. Por eso es más abundante cuando más se come y más lleno está el individuo.

La distribución de la grasa corporal influye en el pronóstico de la enfermedad. Si se distribuye principalmente en el tronco y el abdomen, el riesgo de enfermedad cardiovascular será mayor que si se acumula principalmente en caderas, muslos y nalgas.

Por este motivo, la reducción de peso es uno de los factores más importantes del tratamiento de la hipertensión arterial, es más, en muchos pacientes constituye el único tratamiento, no siendo necesario añadir medicación. Es mucho más efectivo perder peso que todas las otras medidas antihipertensivas que uno puede desarrollar.

Epidemiológicamente está muy claro: una persona que adelgaza pierde presión. Perder diez kilos de peso baja la presión dos puntos mientras que la mayor parte de fármacos, que también son necesarios, bajan un punto la presión.

Como la obesidad favorece el desarrollo de hipertensión arterial, complica su evolución y dificulta el tratamiento, porque se necesita mayor número de fármacos o mayores dosis para controlar al paciente hipertenso-obeso. Por eso, los pacientes con obesidad e hipertensión que bajan de peso, en general, disminuyen su presión arterial, por lo cual es muy común que deban consumir menos fármacos o menores dosis de antihipertensivo, e incluso, en muchas ocasiones no van a necesitarlos.